Parecía un sueño más para aquellos insomnes que solemos ver ese mismo escenario durante las trasnoches de verano por el canal oficial, admirando las proezas gauchescas (y aún más, las de los caballos) en el Festival de la Doma y el Folklore. Esta vez, el Anfiteatro Municipal de Jesús María lucía un lleno total, como nunca en su historia, superando los récords previos de Soledad y Jorge Rojas (también de La Renga).
Un cálculo tímido habla de 40 mil personas llegadas de todos los rincones del país, que agotaron las existencias de cerveza, sándwiches de salame provenientes de la vecina Colonia Caroya, reservas de transporte y alojamiento, y ocasionaron un caos de tránsito, aglomeramientos y múltiples inconvenientes que soportaron estoicamente, porque estaban allí para ver al Indio, y nada más importaba.
Lo remarcable es que nada de esto (ni el abundante consumo de alcohol, que se vendía libremente) ocasionó algún tipo de disturbio, pelea o enfrentamiento; un ánimo alegre y solidario imperaba entre los chicos y no tanto que asistieron a la ceremonia. Incluso el trato a cargo de la seguridad y los controles era inusualmente correcto. Ese público está poseído de una mística especial.
La liturgia ricotera reapareció en cientos de banderas y cánticos que hacían alusión a Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota como si éstos nunca se hubieran separado. Pero lo cierto es que allí estaba el Indio al frente de Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado, para presentar los temas de su segundo álbum, Porco Rex. El montaje de escenario era similar al de los shows internacionales, con una pantalla de alta definición dividida en tres segmentos, luces y sonido de primera y aislamiento de acrílico para la bata y los vientos.
Los Fundamentalistas merecen un párrafo aparte: Hernán Aramberri en la batería, Marcelo Torres en bajo, Pablo Sbaraglia en teclados y guitarra acústica, Alejo Von Der Pahlen en saxos, Ervin Stutz en trompeta y flugel, Gaspar Benegas y Baltasar Comotto en las guitarras, pusieron mucho más que musicalidad y profesionalismo. Tocaron con verdadera garra, apropiándose de las canciones con un espíritu más cercano al de una banda que al de eficientes sesionistas. Los guitarristas tuvieron amplias oportunidades de lucimiento, especialmente Baltasar, desgranando solos con un sonido asesino.
El pulso rocker de Porco Rex y su sonido guitarrero, se presta naturalmente al vivo. Esto quedó demostrado en un concierto que incluyó casi la totalidad del disco (12 de las 13 canciones), junto a nada menos que 10 temas de los Redondos, y 3 de Bingo Fuel. Una lista de temas impecablemente construída, que sirvió como marco para una magnífica perfomance vocal del Indio, quien sólo en un momento dejó traslucir la delicada situación anímica que atravesaba, cuando le dedicó el recital a su madre, fallecida hacía sólo cuatro días.
Algunos temas de Porco Rex cobraron nueva dimensión en directo, como "Tatuaje", "Vuelo a Sidney" (con una gran crescendo de violas y vientos), "Ramas Desnudas" (hipnótica, casi "stoner"), y la bellísima balada que compuso para su mujer, "Y mientras tanto el sol se muere". Lo único parecido a un incidente ocurrió durante "Nike es la cultura", cuando Solari se cansó de esquivar algunas zapatillas que arrojaban al escenario e interrumpió el tema -que no volvió a retomar- para decir que ya estaba "con los huevos llenos", prédica que surtió efecto.
En el caso de los temas Redondos, el approach fue respetuoso, con versiones que estaban bastante cerca de las originales, pero sin calcarlas. Es como si el Indio reconociera que la identidad de esos temas no precisa retoques, e intentar cambiarlos sería superfluo o pretencioso. Sonaron clásicos como "La hija del fletero", "Tarea Fina", una poderosísima "Nueva Roma" y la siempre emotiva "Juguetes Perdidos" con el ondear de banderas. El cantante remató un recital de 130 minutos con una tríada imbatible: "El infierno está encantador", "Flight 956" y un "Ji Ji Ji" que hizo temblar la tierra (literalmente).
El Indio, que anunció su próxima presentación para el 5 de julio en Tandil, en un momento se dirigió al público para "agradecerles la fidelidad, de venir de tan lejos, ya que esto para un artista independiente no tiene precio". Puede parecer un gesto romántico a esta altura del partido, pero al menos sus seguidores parecen valorar la actitud, casi solitaria, de un tipo que aún se planta sobre un escenario que no está decorado con carteles de producto alguno.
Por Claudio Kleiman - Enviado especial de Revista Rolling Stone en Jesús María, Córdoba