Nos hemos acostumbrado a vivir del sufrimiento ajeno, eso creo. Pero es inevitable no sentirlo cuando pasaron cinco malditos años desde aquella llegada del agua del río Salado a Santa Fe con tasto desastre, en 2003. Es profundamente impostergable no rendir hoy un tributo a las almas que sobrevivieron. A la tuya, a la mía, a las que se inundaron los recuerdos y a aquellas que hubiesen elegido inundarse para evitarle el dolor a las otras. A todas, porque no fue igual después. No lo fue. Una herida del alma no cura, no señor.
Por aquella época, mi ser profesaba de periodista de Radio Nacional Santa Fe. Más bien, era parte de una locura que tarde a tarde con María Silvia Cabrera, Rodolfo Grosso, Marina Bodrone y Pablo Tibalt llamábamos “La estación” y la llegada a todo el litoral desde esa Am amiga me hizo ver otra parte de lo que fue el desborde de la naturaleza por la propia mano del hombre. Sí, de los mismos hombres del panfleto que los muestra en la inauguración de un terraplén maldito que llevó a media ciudad a la locura.
Y me tocó ver centros de evacuados, me tocó presenciar peleas. Saberme sana y viva; también albsolutamente incapaz de ayudar mas que con la palabra. Y conocer que por lo menos a través de ella, demostrar que los mal llamados inundados (porque son gente como voy y yo) por lo menos eran oídos por alguien. De ahí que sumo fuego a las cruces que estaban frente a Casa de Gobierno. Por eso celebro la baja de las vallas que los cobardes pusieron alguna vez para evadir la culpa.
Dos gobiernos manchados de sangre nos dejaron física y mentalmente una marca imborrable. De ahí el deseo de vernos hoy todos la cara en Plaza de mayo. Porque haría falta saber quienes hoy piden justicia; quienes se sienten impunes; quienes necesitan que una mano suprema encuentre y castigue a los responsables. Porque a cinco años no fueron solo mas de una veitena de fallecidos. Son miles que aún hoy piden volver a empezar. Y no se conforman con subsidios. Necesitan la esperanza que todavía se puede matar el dolor.
La voladura de las defensas, los días sin electricidad en las casas cubiertas de agua hasta los techos, las canoas con alimentos entrando a los barrios, los tiros, el Hospital de Niños evacuado dramáticamente, la solidaridad del país. Loco, que feo es recordar a veces. Y que necesario es hacerlo para no dejar pasar el tiempo sin justicia, “Doblémosle el brazo a la Impunidad”, hoy a las 18 en la Carpa por la Digidad y la Justicia, junto a las cruces que rememoran las vidas que en el más alla prefieren nadar en un mundo mejor.
Por aquella época, mi ser profesaba de periodista de Radio Nacional Santa Fe. Más bien, era parte de una locura que tarde a tarde con María Silvia Cabrera, Rodolfo Grosso, Marina Bodrone y Pablo Tibalt llamábamos “La estación” y la llegada a todo el litoral desde esa Am amiga me hizo ver otra parte de lo que fue el desborde de la naturaleza por la propia mano del hombre. Sí, de los mismos hombres del panfleto que los muestra en la inauguración de un terraplén maldito que llevó a media ciudad a la locura.
Y me tocó ver centros de evacuados, me tocó presenciar peleas. Saberme sana y viva; también albsolutamente incapaz de ayudar mas que con la palabra. Y conocer que por lo menos a través de ella, demostrar que los mal llamados inundados (porque son gente como voy y yo) por lo menos eran oídos por alguien. De ahí que sumo fuego a las cruces que estaban frente a Casa de Gobierno. Por eso celebro la baja de las vallas que los cobardes pusieron alguna vez para evadir la culpa.
Dos gobiernos manchados de sangre nos dejaron física y mentalmente una marca imborrable. De ahí el deseo de vernos hoy todos la cara en Plaza de mayo. Porque haría falta saber quienes hoy piden justicia; quienes se sienten impunes; quienes necesitan que una mano suprema encuentre y castigue a los responsables. Porque a cinco años no fueron solo mas de una veitena de fallecidos. Son miles que aún hoy piden volver a empezar. Y no se conforman con subsidios. Necesitan la esperanza que todavía se puede matar el dolor.
La voladura de las defensas, los días sin electricidad en las casas cubiertas de agua hasta los techos, las canoas con alimentos entrando a los barrios, los tiros, el Hospital de Niños evacuado dramáticamente, la solidaridad del país. Loco, que feo es recordar a veces. Y que necesario es hacerlo para no dejar pasar el tiempo sin justicia, “Doblémosle el brazo a la Impunidad”, hoy a las 18 en la Carpa por la Digidad y la Justicia, junto a las cruces que rememoran las vidas que en el más alla prefieren nadar en un mundo mejor.
V.E.
...vagamente me vino a la mente un papel que alguien escribió por entonces y decía:
Yo le tenía miedo a la oscuridad,
Hasta que las noches se hicieron largas y sin luz.
Yo no resistía el frío fácilmente,
Hasta que aprendí a subsistir en ese estado.
Yo le tenía miedo a los muertos,
Hasta que tuve que dormir en el cementerio.
Más aún, yo le tenía miedo al espanto,
Hasta que tuve que dormir en el crematorio.
Yo sentía rechazo por los rosarinos y por los porteños,
Hasta que me dieron abrigo y alimento.
yo sentía rechazo por los judíos,
Hasta que le dieron medicamentos a mis hijos.
Yo lucía vanidoso mi pullover nuevo,
Hasta que se lo di a un niño con hipotermia.
yo elegía cuidadosamente mi comida,
Hasta que tuve hambre.
Yo desconfiaba de la tez cobriza,
Hasta que un brazo fuerte me sacó del agua.
Yo creía haber visto muchas cosas,
Hasta que vi a mi pueblo deambulando sin rumbo por las calles.
Yo no quería al perro de mi vecino,
Hasta que aquella noche lo sentí llorar hasta ahogarse.
Yo no me acordaba de los ancianos,
Hasta que tuve que participar en los rescates.
Yo no sabía cocinar,
Hasta que tuve frente a mí una olla con arroz y niños con hambre.
Yo creía que mi casa era más importante que las otras,
Hasta que todas quedaron cubiertas por las aguas.
yo estaba orgulloso de mi nombre y apellido,
Hasta que todos nos transformamos en seres anónimos.
Yo casi no escuchaba radio,
Hasta que fue la que mantuvo viva mi energía.
yo criticaba a los bulliciosos estudiantes,
Hasta que de a cientos me tendieron sus manos solidarias.
Yo estaba bastante seguro de cómo serían mis próximos años,
Pero ahora ya no tanto.
Yo vivía en una comunidad con una clase política,
Pero ahora espero que se la haya llevado la corriente.
Yo no recordaba el nombre de todas las provincias,
Pero ahora las tengo a todas en mi corazón.
Yo no tenía buena memoria,
Tal vez por eso ahora no recuerde a todos,
Pero tendré igual lo que me queda de vida para agradecer a todos.
Yo no te conocía,
Ahora eres mi hermano.
Teníamos un río,
Ahora somos parte de él.
Es la mañana.
Ya salió el sol y no hace tanto frío.
Gracias a Dios.
Vamos a empezar de nuevo.
Hasta que las noches se hicieron largas y sin luz.
Yo no resistía el frío fácilmente,
Hasta que aprendí a subsistir en ese estado.
Yo le tenía miedo a los muertos,
Hasta que tuve que dormir en el cementerio.
Más aún, yo le tenía miedo al espanto,
Hasta que tuve que dormir en el crematorio.
Yo sentía rechazo por los rosarinos y por los porteños,
Hasta que me dieron abrigo y alimento.
yo sentía rechazo por los judíos,
Hasta que le dieron medicamentos a mis hijos.
Yo lucía vanidoso mi pullover nuevo,
Hasta que se lo di a un niño con hipotermia.
yo elegía cuidadosamente mi comida,
Hasta que tuve hambre.
Yo desconfiaba de la tez cobriza,
Hasta que un brazo fuerte me sacó del agua.
Yo creía haber visto muchas cosas,
Hasta que vi a mi pueblo deambulando sin rumbo por las calles.
Yo no quería al perro de mi vecino,
Hasta que aquella noche lo sentí llorar hasta ahogarse.
Yo no me acordaba de los ancianos,
Hasta que tuve que participar en los rescates.
Yo no sabía cocinar,
Hasta que tuve frente a mí una olla con arroz y niños con hambre.
Yo creía que mi casa era más importante que las otras,
Hasta que todas quedaron cubiertas por las aguas.
yo estaba orgulloso de mi nombre y apellido,
Hasta que todos nos transformamos en seres anónimos.
Yo casi no escuchaba radio,
Hasta que fue la que mantuvo viva mi energía.
yo criticaba a los bulliciosos estudiantes,
Hasta que de a cientos me tendieron sus manos solidarias.
Yo estaba bastante seguro de cómo serían mis próximos años,
Pero ahora ya no tanto.
Yo vivía en una comunidad con una clase política,
Pero ahora espero que se la haya llevado la corriente.
Yo no recordaba el nombre de todas las provincias,
Pero ahora las tengo a todas en mi corazón.
Yo no tenía buena memoria,
Tal vez por eso ahora no recuerde a todos,
Pero tendré igual lo que me queda de vida para agradecer a todos.
Yo no te conocía,
Ahora eres mi hermano.
Teníamos un río,
Ahora somos parte de él.
Es la mañana.
Ya salió el sol y no hace tanto frío.
Gracias a Dios.
Vamos a empezar de nuevo.
Un inundado, Santa Fe, Argentina,
Mayo 2, 2003
Antes en la X. Violet Hill. El single que se puede bajar desde la página de la banda http://www.coldplay.com/...
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