El productor leyenda de los Rolling Stones describe la madurez rockera de los Ratones Paranoicos y explica la experiencia de grabación de Kill Gil.
Trabajó con los Beatles en sus comienzos, produjo a los Rolling Stones, y también fue responsable de que Jagger y Richards comenzaran a componer sus propios temas, tuvo un sello en el que grabaron algunos de los más grandes nombres de los 60 (incluyendo a Humble Pie, Small Faces, Fleetwood Mac, John Mayall, The Nice), produjo a Bobby Womack, escribió libros, le ganó un millonario juicio a The Verve, tiene un show radial en el programa de Little Steven Van Zandt –el guitarrista de Springsteen–, y ahora está hablando conmigo. Desde Bogotá, Andrew Loog Oldham atiende el teléfono quejándose del cambio climático. Dice que en los últimos años llueve más, y que cuando sale a la calle tiene que ponerles abrigos a los perros, por el frío. "Está todo al revés", me dice en buen castellano, e inmediatamente, como recordando el objetivo de nuestra charla, menciona la palabra clave: "Ratones".
Sí, claro, Ratones. Podemos empezar hablando del nuevo disco en el que estás trabajando.
Es la primera vez que trabajamos juntos en doce años. La última vez fue con Planeta Paranoico (1996). Pero era una época de cambios en la Argentina, y también para los Ratones. Pasaron doce años; y aunque cuando conocés bien a la gente doce años son como doce minutos, por otro lado ellos ya no son chicos, ahora son hombres. Y eso se nota en su interpretación. La manera de trabajar fue completamente diferente a como lo habíamos hecho en el pasado. Antes solíamos ensayar en el estudio, esta vez ellos estaban mucho mejor preparados. El método de ensayo y ejecución fue mucho más apropiado. Roy, específicamente, estuvo magnífico. Siempre tocó bien, pero ahora su interpretación es más estadios que clubes. No es que el sonido para clubes tenga nada malo, pero nos gustan los estadios también. Digamos que ahora sonaban más James Bond que Jackie Chan.
¿Y cómo definirías tu contribución?
Mirá, una de las cosas más lindas de este trabajo, que es la música, es que antes de entrar en el estudio, vos pensás que sabés lo que estás haciendo. Especialmente con una banda como los Ratones, con los que, de hecho, he tenido una relación más duradera que la que he tenido con nadie, excepto mi esposa. Y cuando vas a hacerlo, te das cuenta de que es diferente. Hay reglas, pero no hay reglas. Tenés que ser flexible, y pedirles a los artistas que sean fieles a su arte, pero que sean flexibles al mismo tiempo. Es un poco como el fútbol, un trabajo de equipo. Es una pintura, pero es también una ecuación matemática, y tenés que adivinar el resultado correcto. Tenés que comprender lo que los demás están pensando, y tenés que hablar en términos que sean comprensibles y no sean ofensivos. Es difícil definirlo en palabras, tenés que estar allí.
Además, te gusta mantener una cuota de misterio sobre lo que hacés.
Había un gran escritor inglés ya fallecido, Kenneth Tynan, que trabajó algún tiempo como periodista. Una vez fue a entrevistar a Miles Davis al camarín, durante una actuación en Londres en 1965. Miles tenía una reputación por ser especialmente duro con la gente blanca. Entonces Tynan le dice: "Usted sabe, Mr. Davis, pienso que su disco Kind of Blue es realmente grandioso". Y Miles lo mira como queriéndolo matar, y le dice: "¿Pensás que suena bien ahora? ¡Deberías haberlo escuchado entonces!". Porque ese disco había sido hecho una década antes. Lo cual también me hace pensar en mi propia historia con los Rolling Stones: tenías que estar allí. Porque la pintura estaba todavía húmeda cuando estábamos en el estudio. Y por otra parte, cuando estás trabajando con gente, y con algo tan delicado como su talento y su arte, estás usando códigos ¿sabés?
Juanse me habló maravillas del ingeniero que está trabajando con vos actualmente, Timothy Latham.
Sí, es un maravilloso ingeniero norteamericano que he venido usando desde hace tres o cuatro años, con el que también trabajé en el disco de Charly García [Kill Gil]. En los primeros discos de los Ratones trabajé con otro estadounidense que es muy inglés, Steve Rosenthal, pero él ahora es un hombre de familia, tiene un estudio, y no viaja. El me dijo: "Llamá a Timothy, man. Vas a amarlo: él es el único ingeniero que sobrevivió a dos discos con Lou Reed".
Ahora también puede decir que sobrevivió a un disco con Charly García.
Es distinto, pero pienso que Charly García fue fácil comparado con Lou Reed. La única parte incontrolable del disco fue lo que pasó cuando estuvo terminado, no en la grabación. Yo no estuve allí, y no estoy demasiado al tanto, pero sé que hubo problemas con Internet, con EMI y, por supuesto, los problemas personales de Charly que estaban alcanzando su cenit. Pero el trabajo en el estudio, en Nueva York, fue grandioso. Para mí fue un privilegio. Yo sentí que estaba trabajando con la energía de John Lennon.
No son ni un elogio ni una comparación menores los que estás haciendo.
Es así de simple. La gran similitud entre John Lennon y Charly García es que ambos crean muy rápidamente. Saben exactamente lo que hicieron, y no necesitan venir al control [del estudio] para escuchar las tomas completas de voces. En otras palabras, en la matemática del día, ellos hacen su trabajo en el 5 por ciento del tiempo, ¿y qué van a hacer con el otro 95? Ir y ponerse locos. Pero en el estudio, no me perdería esa experiencia por nada del mundo. El tipo entiende la tela, yo sabía que estaba trabajando con un gran pintor. Yo sólo mezclé el disco, pero sé que hice que la grabación fuera mejor, y estoy feliz de haberlo hecho. Y voy a estar más feliz si él se mejora para siempre. Si lo ven, mándenle mi amor.
¿Qué recordás de tus primeras experiencias con los Ratones?
Bueno, yo no estaba bien en esa época. Básicamente, estaba en la misma condición en la que estaba Charly García recientemente. Prácticamente no salía de mi casa en Bogotá, no estaba haciendo mucho que digamos, estaba muy ocupado con mi fucking mente. Creo que la última vez que había trabajado había sido con Bobby Womack en 1983, y él estaba más loco que yo. Pero era un gran artista, aprendí tanto de él. Fue el mismo tipo de experiencia que con Charly; a veces es bueno tener la oportunidad de trabajar con los maestros. Y el respeto, el cariño y la preocupación que los Ratones me demostraron…; yo no sé cuán bueno fui para ellos, pero ellos fueron muy buenos para mí. Cuando los Ratones me llamaron –y me hicieron escuchar los cuatro primeros discos que habían grabado en Del Cielito– comprendí que tenía que tener un tremendo respeto por la invitación. Así que fue muy bueno para mi espíritu y mi autoestima. En ese momento para mí era difícil empezar un trabajo y terminarlo correctamente, y los Ratones me ayudaron a conseguirlo.
Además, los discos que hiciste con ellos en esa época, Fieras lunáticas y Hecho en Memphis, se han convertido en clásicos.
Sí, lo sé. Por eso cuando estuve en noviembre pasado en Buenos Aires y fui al concierto en Obras, ver cómo la gente recibía esos temas y la manera en que han soportado la prueba del tiempo, fue algo maravilloso.
¿Has escuchado alguna nueva música que te llame la atención?
Una banda de Irlanda que se llama The Urges; una de Francia, The Belmondos; me gusta el tema de James Bond, con Jack White. Hay mucho, pero el problema con las bandas que han surgido últimamente es que no tienen tiempo para desarrollarse. Tienen un hit y eso es todo, después es todo trabajo. Y en cierta forma es un poco triste. Sé que hacen plata y todo eso, pero yo pienso que en orden de importancia, es primero la banda, la música, luego el público, los fans, y después el dinero. Te lo explico de esta manera: para el momento en que salió el primer single de los Beatles, "Love Me Do", en octubre de 1962, ellos ya habían hecho la mitad de los shows que hicieron en toda su carrera. Las bandas ya no pueden hacer eso. El problema es… ¿te acordás de la película Basquiat? Este gran artista callejero, en uno de los diálogos hace una de las mejores descripciones de lo que significa hacerse famoso: dice algo así como: "Cuando te volvés famoso, tenés que repetir lo que el hombre blanco quiere. El no quiere que cambies, quiere que te repitas". Y eso es una vergüenza.
Por Claudio Kleiman